miércoles, 1 de noviembre de 2017

Alérgica a las mariposas

Aquí dejo un cuento hipoalergénico, para evitar malestares emocionales... Espero que les guste

Alérgica a las mariposas

Cada vez que siente la sensación de mariposas en el estómago se pone mala. Le pasa desde pequeña. En una ocasión, siendo muy joven, estuvo a punto de tragarse una. Aún recuerda el sabor amargo de la mariposa en su lengua, su aleteo desesperado durante las décimas de segundo en que el insecto estuvo encerrado en su boca y el alivio que sintió cuando la escupió y salió volando.

Así que ahora, cada vez que siente ese cosquilleo en la tripa, las náuseas y el malestar le revuelven el cuerpo, inunda su boca ese sabor amargo, y no mejora hasta que escupe esa sensación. A veces basta con hablar con él para decepcionarse y dejar de soñar una segunda cita. A veces tiene que follárselo. Y sólo de vez en cuando continúa la sorpresa hasta que va conociendo al susodicho, y acaba de vomitar su aleteo del estómago con alguna discusión, algún plan que se viene abajo o simplemente la falta de interés tras lo obvio.

Cada vez que alguien le dice cosas como “te va a encantar”, “tenéis mucho en común”, “es súper majo” o incluso “está buenísimo”, se le encienden los radares anti-mariposas, le salta la alarma de las náuseas y teme la posibilidad de volver a caer. Su alergia a las mariposas ha pasado de ser un trauma infantil a su manera de gestionar el amor, pasando de lo literal a lo metafórico con el tiempo y los desengaños.

“Te va a encantar. Tenéis mucho en común, es súper majo, y además, ¡está buenísimo!” –dice su amiga. “Joder, ha dicho todo el combo”, piensa. De camino al centro, en el autobús, da vueltas a la idea de por qué ha aceptado que le preparen una encerrona. Cuando propuso una quedada para pasar la mañana en el rastro ya se olió que sería una excusa para presentarle a alguien. Su mejor amiga se lo dijo con esa sonrisa malévola que hacía presagiar algo, y nada bueno.

“Llego un poco tarde”. Como siempre, su impuntual amiga mejora la situación. “He quedado con él a la salida del metro”. “¡Cuánto daño ha hecho el whatsapp!”, piensa. Espera en la puerta mientras ella viene. Ve a un chico que mira tímido al otro lado de la acera. Es guapo. “Espero que no sea él”, piensa.

Otra vez esa sensación revolviéndole las tripas. Ya sabe lo que vendrá. Mal sabor, náuseas... “Olvídalo, ni siquiera sabes si será él”. Manda un mensaje a su amiga. “Estoy llegando”. Miradas cruzadas. Sus dedos tiemblan al guardar el móvil. Él se acerca. Mierda. Parece un buen chico, y más al sonreír. Mierda, mierda, mierda.

- “Creo que nos han dado plantón a los dos” -dice. Vaya voz. Y vaya mirada. Las mariposas están en plena ebullición. Joder.

– “Perdona, no te conozco”. Joder, que se esté equivocando. Sonrisa nerviosa.

- “Ya. Me ha dicho que había quedado contigo en la puerta del metro. Ella no va a venir, me acaba de escribir” –le enseña un mensaje. “Al final no voy. Pasadlo genial ;)”.

– “La mato” –piensa ella. Dos besos y sonrisas nerviosas. Al menos el estómago no da la lata como otros días. Más que náuseas, tiene sensación de vértigo...

- “Bueno, ya que estamos aquí, ¿damos un paseo? ¿Tomamos algo?”. Ya está, el vértigo se ha lanzado cuesta abajo por la montaña rusa. Pero es raro,  el regusto de hoy no es amargo. Diría que, incluso, sabe a dulce...

lunes, 21 de agosto de 2017

Pasar página

Les dejo unas letras estivales, deseando pasar página...


Pasar página

Cuando estudiaba me costaba mucho concentrarme. El tiempo que dedicaba a estudiar las asignaturas era infinitamente menor al que perdía preparándome, dando vueltas, o encontrando mil excusas para distraerme.

Llegué a la conclusión de que, si me costaba pasar página, reduciría esa situación a la mínima expresión. Así que me preparaba esquemas, resúmenes y escritos en letra pequeña, para pasar página lo menos posible. No debió ser mala estrategia porque, mal que menos, fui aprobando.

A la hora de pasar página en mi vida me pasa un poco igual. Me cuesta darle la vuelta a la hoja, y lo que es peor, vuelvo a páginas anteriores porque no retengo lo leído. Vivo en una sensación de "deyavú" constante.

A veces me pregunto el por qué de ese miedo a la siguiente página, si será al horror vacuí de una página en blanco, al eco que me devuelve el vacío de mi hueca cabeza, a lo que pueda encontrarme a la vuelta del papel, a lo que quiera contarme la siguiente hoja.

Ante algún problema, cuando discuto con alguien, o cuando una relación se acaba o cambia, releo una y otra vez la misma página, escrutando cada línea, pensando en qué es lo que he hecho mal... Y más a menudo de lo que me gustaría, aprendo de memoria párrafos de mi vida que me acompañan y me castigan, sin vuelta de hoja.

Tendré que aprender a pasar página. Mira que es un gesto fácil. Me encantaría hojear mis papeles, mis documentos y mis recuerdos sin clavar la mirada en la nostalgia, y que merezca la alegría, más que la pena, pasar página.

martes, 20 de junio de 2017

No te conozco mucho

Estoy en plena difusión del nuevo libro, así que perdonen las ausencias... Para paliarlas, les dejo unos versos que surgieron hablando con las musas :) deseando que se cuiden...

No te conozco mucho

No te conozco mucho,
pero estoy deseando pillarte
en un día en que no tengas nada que hacer,
y te tengas que ocupar solo de ti,
solo de cuidarte,
o de dejar que te cuiden.

Y pensar "¿qué necesito?",
y dártelo. O conseguírtelo.
Ya sea tiempo, un descanso,
un capricho, un orgasmo
o un café con un cigarro.

Ojalá sea yo. O no.
Pero sea lo que sea,
que sea lo que te apetece a ti,
lo que necesites,
y te lo proporciones.

Porque tú lo vales.
Porque te lo mereces.
Te lo digo yo, y eso
que no te conozco mucho.


Pd: Si queréis conocer el proyecto, aquí está... Gracias ;)
https://www.verkami.com/projects/17921-entre-cuentos-y-versos

lunes, 27 de febrero de 2017

Bendito caos

Hacía casi un año que no escribía. Bueno, más bien, que no publicaba nada aquí. A veces te puede el pudor más que la necesidad de exponerse al juicio público, aún con un público agradecido.

El caso es que he encontrado, entre el caos de papeles y letras que se esconde entre mis órdenes desordenados, unas letras que vienen a removerme sin saber muy bien de qué planeta vinieron, o de qué musa nacieron.

Así estamos. Bendito caos

Bendito caos

Ya no nos vemos tan poco como antes,
ahora nos vemos aún menos.
Seguramente yo tenga más culpa;
siempre luché poco por lo nuestro,
diría que por todo,
y supongo que tú te cansas
de ser quien siempre busque huecos
para encajarme en tu vida, por lo demás ocupada.

Mi tendencia, de natural egoísta,
me hace enfadarme
cuando no te tengo para mí solo.
Es absurdo, lo sé,
como pretender ser el único
que ve una estrella fugaz.
En vez de celoso por compartirlo,
debería sentirme afortunado por verlo.

De vez en cuando me asalta la culpa
y me surgen las ganas,
no necesariamente en ese orden.
Si eso coincide
con la confluencia de los astros,
y la alineación de planetas
apunta a mi centro,
se da el eclipse de sol
y se cruzan nuestras órbitas.
De ahí salen los más maravillosos big bangs.

La teoría del caos se apodera de mi vida.
Giran en mi cabeza horarios,
planes y descuadres,
hasta que todo el puzzle
salta por los aires
y la locura alborota insomnios,
sábanas, corazones y alma.
Maldito caos
del que nace la incertidumbre,
el remover de entrañas,
el aflorar de emociones,
y el abismos de los agujeros más negros.

Bendito caos.