domingo, 25 de mayo de 2014

Por esto soy del Atleti


Hoy ruego se me permita que utilice las palabras para contar algo personal sin las florituras literarias que acostumbro. Por una tontería como el fútbol se me remueven las emociones...

Cuando era pequeño, mi padre estaba poco en casa. Cuando no estaba trabajando en la gasolinera estaba en el campo, también trabajando. Sus pocos ratos de descanso los repartía entre el sofá, echándose la siesta, y a menudo viendo partidos de fútbol, su gran pasión, en el campo de fútbol del Malpica, de quien fue abonado desde que yo tuve uso de razón hasta que nos dejó para siempre, y las tardes en el Mesón o en el bar de Aurelio, viendo los partidos del plus. Y era del Aleti.


De pequeño seguí sus pasos. Él me contaba cosas de Luis Aragonés, de Abelardo, de Irureta y de Gárate. Pasamos buenos ratos, como aquella Copa que Futre y Schuster le robaron al Madrid en su casa. Pero a fuerza de ver ganar al Madrid, pasé gran parte de mi infancia y mi adolescencia llevándole la contraria, diciéndole que era mejor ser del Madrid, que se ganaba más y se sufría menos. Él, como siempre, no me decía nada, callaba y rumiaba las derrotas de su equipo, hablando del Pupas y justificándolo diciendo que sólo el sufrimiento de la derrota te preparaba para saber disfrutar la victoria.

Cuando se fue, una de tantas cosas que se me removieron por dentro fue que, siendo de izquierdas, teniendo un sentimiento social y volcado del lado del débil, mi alma tenía que cubrir el hueco que dejaba un atlético. Y ahí me instalé, aguantando los comentarios jocosos de los atléticos con un "hijo pródigo", y los reproches de "chaquetero" de los madridistas. Aunque el fútbol nunca fue una de mis prioridades, cuando el Atleti perdía me acordaba de sus rumiaciones, y cuando ha ganado, me he acordado de él, pensando lo que hubiera disfrutado de esas victorias. Y de las de Luis en la selección, siempre su preferido.

Así que enhorabuena a los madridistas, que disfruten de su victoria y de su alegría... Pero yo hoy más que nunca soy del Atleti, me acuerdo con orgullo de mi padre, de Luis, y de tantos atléticos, como el Patu, como Luise, como Javi, que han disfrutado de las alegrías de ese equipo, y que se sienten orgullosos en la derrota. Aupa Atleti, hoy y siempre. Perdonen la tristeza por una tontería...

Dany

jueves, 15 de mayo de 2014

La parábola de la sonrisa


Llevaba tiempo sin escribir, perdonen la tardanza... El caso es que tenía pendiente un "ejercicio" de matemáticas, y es época de entregar trabajos, exámenes... En fin, que os guste

La parábola de la sonrisa

Nunca había pensado que la curva de su boca pudiera comportarse como una parábola de su sonrisa.

Siempre fue de letras, y sin embargo, encontró enseguida la equivalencia. Sumó dos más dos y le dio uno, porque su raíz le aferraba a una estadística que salía negativa en amores y se elevaba al máximo exponente en decepciones.


El orden de los factores le dejaba el alma convexa, pues al rotar alrededor de un corazón siempre enlazaba incógnitas en sus valores, y división de opiniones. Por más que buscaba puntos de corte que despejaran de su ecuación la soledad, sus amores platónicos discurrían en paralelo hasta el infinito. Así, no es de extrañar que en cada relación perdiera una fracción de su propio espíritu. Al redondear la cuenta sin décimas de cariño no compensaba la disparidad de la lógica que le hacía tan amable como rechazado.


Con tal frecuencia y progresión, era de esperar que la parábola mutara en asíntota, que el plano de sus sentimientos tomara dimensiones lineales, que aumentaran los paréntesis entre sus arrugas y que el volumen de sus ojeras amoratadas se sumara al área de su tristeza.


Pero hay una excepción para cada regla, y es que aunque los límites lleven al borde del conjunto vacío, al encontrarse con otros labios, los suyos sonríen, se humedecen e hinchan al encontrar sus mínimos comunes múltiplos, e infieren el punto de corte con sus homónimos en busca de la ansiada tangente. A base de multiplicar los besos la parábola se amplía, la distensión de los músculos provoca el descenso labial, la matriz de felicidad muestra dimensiones hiperbólicas, y la rotación de los cuerpos extrae de ellos el máximo común divisor. Imposible dividir dos bocas fusionadas en círculos.


Es entonces cuando la parábola de la sonrisa obtiene los mejores datos, fuera de cualquier coordenada cartesiana medible. A algunos los números nos vuelven locos, y no entendemos cómo al final, el desorden de los factores no altera el producto. Pero es que, en asuntos de amor, no salen las cuentas...