Para empezar el año, les dejo una sarta de elucubraciones y vueltas de tuerca a mis quehaceres cotidianos... Que les guste
La pasta de dientes
El tubo de pasta de dientes me
desafía a que le apriete hasta sacarle el jugo. Soy uno de esos maniáticos que
intentan ir vaciándolo desde la parte trasera hasta la boca. Me gusta sentir
que no se me queda nada en el camino. Algo así como una obsesión por acabar las
tareas.
Es más, siempre que todo el mundo
da por acabado el tubo y pasan a usar otro, yo continuo exprimiéndolo, como si
el hecho de dejar pasta dentro del tubo fuera un error que no puedo permitirme.
Para rizar el rizo, siempre que
compro una pasta, intento que sea de esas que pican, con una actitud que raya
en el masoquismo. Además, prefiero las pastas que tienen rayas a los
lados, con el consiguiente misterio de cómo se generan esas rayas perfectas en
cada aportación a mi cepillo.
En todas estas elucubraciones me
hallo mientras me lavo los dientes frente al espejo. No deja de resultarme
curioso que las mismas condiciones que le aplico a la pasta de dientes, las
aplique a mi relación conmigo mismo.
Me gusta exprimir hasta el final,
y desde el principio, cada uno de mis pensamientos, aplastarlos y sonsacarlos
por la estrecha boca de mi entendimiento. Las rayas se deslizan simétrica y misteriosamente a través de cada
pedazo de mi pensamiento, marcando una línea perfecta de paranoias asociadas a todas mis elucubraciones.
Así que, como las pastas de dientes, no puedo dejar una
tarea sin terminar en mi cerebro sin que interfiera y vicie el resto de mis
pensamientos, sentimientos y acciones. Ansío el momento en que termino un nuevo
bote pastoso, con la intención de que el nuevo sepa mejor, venga sin rayas, y
no pique tanto como para hacer arder mis yagas.
Pero, como ya he dicho, una
especie de selección masoquista me lleva a elegir un tubo de pasta de dientes
de nuevo que pica, con rayas a medida de mis pastosos pensamientos, ansioso
de desatrancar el cúmulo de mi pasta cerebral desde el principio hasta el fin,
sin dejar siquiera un poco, no sea que quede algo en el bote que reconcoma el
tubo.
Debería pedir a alguien que me
recomiende otra pasta de dientes. Alguien con una sonrisa blanca y feliz, y no
sólo por la calidad de su dentadura.