lunes, 30 de diciembre de 2013

La coz de la hormiga


El título es una derivación de "La voz dormida", que me prestó Olga... El cuento/reflexión es un regalo de fin de año, y un propósito de año nuevo...

La coz de la hormiga

Decía el cantautor que si despegamos los ojos de la pantalla, si nos olvidamos por un momento de nuestro yo virtual, si enderezamos nuestro humillado cuello y si levantamos la vista, quizá nos encontremos con tus ojos, y ese sea el acicate que necesitemos para salir a luchar.

Reprochamos a los jóvenes que pasan el día desconectados, que no les interesa el mundo, pues tienen el suyo propio. Achacamos a las redes sociales el comportamiento antisocial. Paradójicamente, la tecnología táctil restringe el contacto humano, y sin tacto, todo es más crudo, incluso un adiós.

A base de leyes mordaza, de multas y de restricciones, hemos conseguido que la vida virtual sea más libre, más segura y más deseada que la vida propia. Por eso en la ciudad se ven ríos de gente con la cerviz humillada, el cuello doblado, y las manos unidas en rezo al movil, a la tablet o al ebook de turno. Zombies cibernéticos, diremos.

Cada mensaje reenviado, cada enlace a una noticia sobre un nuevo caso de corrupción del poderoso, de encausamiento del juez que osa enturbiar el status quo, del inspector de hacienda despedido, del suicidio del desahuciado... Son como coces de hormiga al estómago de un dinosaurio... La revolución no será twiteada. Los gobiernos y los mercados, que vienen a ser lo mismo, nos prefieren así, aislados, borreguiles, desconectados, aunque nos creamos enlazados al mundo en un solo click.

¿Qué alternativa tienen? Ese rebaño, el reguero incesante de hormigas, trabajadoras no, porque no hay, caminan por las autopistas de la información con más agilidad que por la calle, donde cada dos por tres, algún idiota mirando a su móvil casi se topa conmigo mientras miro mi móvil. Ese reguero nos lleva de hormiguero en hormiguero, de centro comercial a autopistas de peaje, de gasolinera sangrante de polución a tu propio hormiguero, casa caliente a base de energía pagada a precio de oro. Si alguien se sale del camino marcado es Eta, antisistema, o radical a quien hay que aplastar, como a una hormiga que se atreve a ocupar el mantel del camping donde los de siempre se meriendan el pastel de todos.

Ansío, llamadme loco, una colonia de hormigas asesinas que ataquen con furia al invasor. Y es que, por muy grande que sea el zapato que aplasta tu cuello, una pata hecha de millones de seres puede reventar las tripas del dinosaurio más pintado.

Así sí tendría sentido temer a la coz de una hormiga.

jueves, 19 de diciembre de 2013

Mangata


El otro día encontré un blog donde describían algunas "palabras intraducibles", como esta...

Mangata 

Los suecos llaman mangata al camino que deja la luz de la luna sobre la superficie del mar. Hoy he soñado contigo, y me has dejado la misma mangata al despertar. Tu imagen era borrosa, difuminada, salteada en mis sueños húmedos, y casi tan brillante como tú misma. Me he despertado con la ilusión de que aún fuera de noche y pudiera observar la luna reflejada en el mar, pero sólo he visto he podido vislumbrar tu imagen descubierta en los charcos de la calle.

Las arrugas de las sábanas me hacen fantasear con que es tu piel la que provoca mis dobleces. Me imagino tu cuerpo arrebujado entre telas que se amoldan a tus curvas, como una envoltorio que muestra lo mejor al abrirlo. La cama, recién levantado, es como el mar turbio que devuelve tu imagen indefinida, irradiando entre las olas los destellos de tu imagen imaginada.

Aún así me gusta hacer la cama. Airear las sábanas, estirarlas, recrearme alisando las arrugas y doblar con mimo el embozo para dejar una envoltura perfecta. Al colocar la almohada en el cabecero, bien estirada, imagino de nuevo esa mangata, ese camino de luz hasta ti, tan liso que ahora se adivina perfecto tu reflejo.

Las sábanas estiradas me devuelven tu imagen reluciente como la luz de una mañana brumosa pero con ganas de iluminar el día. Por lo visto en algunos sitios se da un fenómeno parecido, las noches blancas, donde, aún sin la presencia del sol, la luz permite convivir sin luz artificial. Sin embargo, es más difícil sobrevivir sin tu luz ni tu reflejo de vez en cuando.

Me gustaría probar algún día, en algún país escandinavo, eso que llaman el sol de medianoche, y experimentar la completa tranquilidad de un día sin noche, y por lo tanto una noche entera con un frío sol de invierno. Seguramente no podría mantenerme en la cama, y no podría soñarte como hoy, pero al menos me despertaría tu reflejo.

Sin embargo, en el solsticio de invierno se da otro fenómeno, la noche polar, donde el sol no aparece durante largos periodos de tiempo. Este fenómeno produce alteraciones en el estado de ánimo. Yo lo entiendo perfectamente, pues a mí se me hace cuesta arriba mantener el ánimo cuando tú no estás, pues aunque sea un frío sol de invierno, necesito de tu luz para seguir tu mangata.

viernes, 6 de diciembre de 2013

La mitad del mango de un paraguas

Que me están gustando las historietas cortas...

"La mitad del mango de un paraguas"

Todo empezó como acabó, a pedazos. Las primeras veces que ella pidiò un cupón de lotería en el bar él ni siquiera se percató de la repetición de su presencia. Sería la clienta mil millones que le pedía que le diera un vaso de agua y un billete de ida a otra vida.


Con el paso de las ocasiones y de las estaciones, su visita se fue haciendo imprescindible. Cuando le pedía el vaso de agua acercaba deliberadamente su mano para rozarle los dedos. Con el tiempo él hasta creía sentir, antes de que ella entrara en el bar, sus pasos crujiendo sobre las hojas de otoño por la Gran Vía. Màs de una vez ella se dejò el paraguas colgado en la barra. Èl, al ver la mitad del mango aferrado al mostrador, sonreía, lo cogía y salía corriendo, solícito, para devolvérselo, y de paso, verla bajar desde Callao hacia Sol, perdièndose entre la gente. Ella, agradecida, se marchaba contoneándose sobre sus tacones, sabedora de ser la admiración de su camarero.

Cuando ella le pidió pasar unos días en su casa, entre mudanza y mudanza, èl ya sabía que no era para ocupar su sofá. La primera noche la pasaron separados por un tabique hasta que ella, de madrugada, le despertó para preguntarle si podía dormir con él, porque tenía frío. Èl le dijo que no, porque no dormirían. Y tenía razòn.

Sufrieron los devaneos y las locuras de una relación tormentosa durante meses. Poco a poco, pasaron del furor delicioso de la cama a la frialdad de la cocina. Él vaticinó en silencio la muerte de los orgasmos cuando comprobò que ya se encendían màs uno frente al otro delante del horno, que uno sobre otro en la cama. La esquela se firmó cuando una tarde que ella fue a verle dejó el paraguas colgado en la barra, y èl no se fijó hasta la hora de cerrar. Cuando volviò a casa ella no estaba, y su maleta tampoco.

Quién iba a decirle que echaría de menos el rodar de la persiana hacia el cielo, los reflejos de la luz en su cara despertándole, su caminar descalzo en busca de café y calor, su manía de dejarse todo olvidado. Esas cosas que le molestaban cuando ella estaba, eran las que más echó de menos los primeros días.
 

Eso, y ver de vez en cuando, colgado en la barra, la mitad del mango de un paraguas.

domingo, 1 de diciembre de 2013

Deudas del amor



Mira que me fastidia que me estafen, aunque ya debería estar acostumbrado, pero de ti no me lo esperaba...

Deudas del amor

Qué duro es ir soñando y recordarte.
Prefiero no soñar esas sonrisas.
No quise ni sé ni puedo olvidarte.
Me cobras intereses en divisas.

Recobras cuotas ya recauchutadas
en cláusulas a mi candor ya repetido.
Requisas emociones incautadas.
Clausuras sin cumplir lo prometido.

Abonas tus deudas de mil besos
pagando pagarés al portador
con menos fondos que todos tus huesos.

Me debes cheques en blanco, amor.
Los bancos ya no pagan tus ingresos.
Cuestan más sangre tus lágrimas que tu sudor.